Aquél día estaba viendo lo que pasaba en Madrid en directo, por internet. Era la noche del 15 de mayo de 2011. Un grupo de jóvenes se empeñaba en continuar reunidos discutiendo sobre política, sentados en el suelo. Entonces se acercó un grupo de policías, indicándoles que no podían estar allí y que tenían que irse. Éstos respondieron que no estaban molestando a nadie y que no se pensaban mover. Los policías les dieron un ultimátum y los jóvenes continuaron sentados, se agarraron unos a otros y se dispusieron a ser obligados a moverse a la fuerza.

Así comenzaron los policías a empujarles y al poco incluso sacaron las porras.

Una de las chicas se levantó y les gritó enfadada que no podían comportarse así, que aquél punto en el que se encontraban formaba parte de la “Cañada Real” y que, según la ley, tenían derecho a permanecer allí por tres días y tres noches. Los policías se quedaron quietos, mudos.

A decir verdad, no recuerdo muy bien qué ocurrió después, porque todo quedó empañado y ese momento de rebeldía unido al conocimiento del funcionamiento del sistema supuso para mí el despertar que bullía desde meses atrás.

Comprendí en un solo instante que todo puede cambiar, que todo puede ser diferente, que podemos influir en nuestro entorno y que si algo no está bien, podremos cambiarlo si sabemos cómo funciona. Todo se agolpaba, las noticias, las opiniones, las ideas y los ideales, los principios y la historia, los sueños y la realidad, junto con el presente y el futuro. Algo había cambiado en mí. Me había dado cuenta de lo insignificantes y poderosos que somos todos y cada uno, que parte de lo que consideraba mi vida no podría haber sido de otra manera pues nací en medio de una historia, en un mundo, en un país en que se habían producido unos hechos que habían provocado que la sociedad se comportara en muchos aspectos de formas que venían impuestas por modos de pensar que se implantaron en el pasado.

Así me decidí a repasar la historia que había aprendido en el instituto con mi nuevo punto de vista y a intentar comprender mejor o por primera vez el mundo en que me hallaba. Comencé a indagar tan a fondo como me pareció necesario los períodos fundamentales de la historia, empezando por el principio, desde la creación del universo desde un punto de vista científico hasta las últimas décadas del siglo XX. Estuve leyendo y viendo tantos documentales como me parecieron necesarios para tener una visión general, muchos con distintos puntos de vista.

Poco a poco fui llegando a conclusiones en cierto sentido deprimentes, pues comprendí que los seres humanos nos habíamos inculcado ciertos modos de relacionarnos que conformaban un complejo sistema que estaba llevando un acelerado proceso hacia la destrucción del planeta. Este sistema lo damos habitualmente por asumido, unos aspectos a distintos niveles que otros, y las creaciones humanas que mayor forma dan y sostienen este sistema son el capitalismo y las religiones.

El capitalismo ha conseguido además forzar que la desigualdad entre los humanos aumente día tras día, basándose en la producción contínua, consumiendo los recursos del planeta, sometiendo a las especies que ha denominado “inferiores” a la par que generando residuos que lo están intoxicando y enfermando. Estirando la goma hasta el punto que está a punto de romperse.

Los científicos llevan tiempo alertándonos de que no podemos seguir por esta línea y que debemos comenzar a plantearnos como especie que debemos vivir de otra manera. Es nuestro deber dar los pasos que consideremos necesarios para aportar nuestro grano de arena en la consecución de esta necesidad e intentar que por el camino los seres vivos que ahora aquí nos encontramos podamos tener vidas dignas y conscientes al tiempo que nos adaptamos a prepararnos para un futuro en que no podremos seguir viviendo como lo hemos hecho hasta ahora.