Un día estaba desayunando en casa cuando oí ruido afuera. Me asomé a la ventana y vi a unos operarios podando el almendro enfrente de mi casa. Un almendro precioso, grande, vigoroso, con una forma retorcida, un aspecto de tullido espléndido que explotaba en una belleza floral cada primavera.
Cuando terminé de desayunar, el almendro no estaba. La poda no era tal, si no una tala. La impresión de corazón roto que sentí sólo la he experimentado con un desengaño amoroso.
Furioso y desconcertado, salí a hablar con los operarios. Sólo quedaba un tocón en pie de aquel precioso almendro. No deja de ser curiosa la primera reacción de los operarios ante mis preguntas: ¿y tú quién eres? He recibido esta contestación varias veces al demandar información de un trabajador público, tanto en la universidad como en la administración. ¿Acaso necesito ser “alguien”? Soy un ciudadano. Un vecino que vive ahí al lado. A partir de ahí, evasivas: nosotros no sabemos, hacemos lo que nos mandan. La banalidad del mal. Tras la insistencia, al final un clásico en lo relativo a la tala: es que estaba enfermo.
Ese día me di cuenta de que no importa cuán fuerte sea mi compromiso individual con la ecología, la justicia social o la transparencia. No basta: vivimos en una sociedad, toda decisión es política, y si no tomamos las riendas de nuestra responsabilidad política además de la personal, los esfuerzos individuales son en vano.
¿Por qué no se tuvo en cuenta la opinión del barrio? ¿Dónde están los estudios sobre la “enfermedad” del árbol, esplendoroso unos meses antes en primavera? ¿Quién da la orden de la tala? ¿Qué empresa subcontrata el servicio? En una democracia participativa, en una democracia real, estas preguntas tendrían una respuesta distinta y más satisfactoria que las que yo recibí.
Es por eso que mi compromiso con Ganemos Salamanca es un compromiso para dar voz y decisión a la ciudadanía: el ayuntamiento no puede ser un órgano opaco que influye de manera determinante en nuestras vidas. El oscurantismo es el campo de cultivo de la corrupción, del alejamiento de los intereses ciudadanos y del empobrecimiento democrático.
Más allá de dar voz a la ciudadanía, mi compromiso es dar voz a quienes no pueden gritar, toda la biodiversidad que ve cada día mermada su posibilidad de existencia en un mundo cada vez menos tolerante con la vida y la diversidad en todas sus formas. Mi compromiso es dar altavoz a los argumentos serenos y concretos de los estudios científicos que alertan del colapso ecológico y energético
Las corrientes políticas y económicas mayoritarias se debaten entre dos opciones: crecer ahorrando o crecer gastando. Nuestra sociedad ha llegado a la edad adulta, no podemos ser un eterno niño en crecimiento, infantil, devorador y dependiente. Lo único que crece eternamente es el cáncer. No es una cuestión ideológica: es un hecho. Basta revisar la bibliografía científica o escuchar con calma algún que otro congreso o documental. Es mi firme compromiso con una nueva política, que tenga en cuenta que sí, debemos redistribuir la riqueza, pero también pisar el freno. Este no es un discurso agradable que oigáis en la vieja política, pues tratan al elector como a un niño que sólo quiere oír palabras bonitas. Es un discurso que apela a un electorado adulto, comprometido, que puede y debe cambiar el rumbo de la herencia ecológica que va a dejar a sus hijos y nietos.
[1] En cuanto al colapso ecológico, por poner uno de multitud de ejemplos, recomiendo el artículo de Nature de 2012: Approaching a state shift in Earth’s Biosphere, Barnosky et al.En cuanto al colapso energético, es muy recomendable y didáctico el documental del Post Carbon Institute ‘No hay mañana’, de libre distribución y subtitulado al español aquí
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