Hace un año lo resumía de forma clara y concisa el procurador de la izquierda José Sarrión en Las Cortes de Castilla y León a cuenta del papel de las multinacionales en la Comunidad ante el cierre de Lauki y la impotencia de los poderes públicos para frenar el mismo: “Nos mean y decimos que llueve”.

Sin embargo, no hay que irse demasiado lejos para encontrar la mano negra que mece la cuna de la política de la provincia. En estas semanas hemos podido observar como el Partido Popular, y el grupo municipal de Ciudadanos, hundían sus rodillas en el barro y claudicaban ante el poder económico y mediático de ciertos medios de comunicación: los dos periódicos de tirada provincial que aún mantienen anuncios de prostitución en sus páginas.

Una moción del grupo Ganemos Salamanca, respaldada por el grupo Socialista, les ponía contra las cuerdas. Sin argumentos, la clase política provincial ha tenido que elegir entre dos opciones: la dignidad de las mujeres o no importunar a ciertas empresas. Y eligieron la segunda, después de llevarse un rapapolvo considerable por parte de toda la oposición, quien, en la Diputación, les recordó a Santa Teresa de Jesús: “Es tiempo de caminar”.

Sí. Aquí quien manda son los empresarios y el brazo largo de determinada prensa. Esta cuestión se me hizo más evidente que nunca el día que cierto dirigente empresarial me puso al día de las cuitas entre las distintas patronales, y sobre todo de los ingentes dineros ingresados por la clase empresarial salmantina. Afirmar que la democracia está secuestrada por los poderes fácticos ya no parece cosa de izquierdistas, más bien un hecho normalizado y que es fácil de observar en las votaciones ‘democráticas”.

Entre el tres y el veinte por ciento de comisión sabemos ahora que en estos años se ha estado pagando por los suculentos contratos públicos. Si tenemos en cuenta que son cientos de millones de euros los que se manejan en los grandes ayuntamientos y diputaciones, los números de la corrupción pueden ser asombrosos. La Comisión Nacional de la Competencia la cifró hace unos años en 90.000 millones de euros en todo el país, la mitad en la contratación pública.

De ahí el gran interés de los corruptos por la privatización de los servicios, algo que se rechaza por la izquierda por razón política, pero que en el día a día es la corrupción el principal factor a tener en cuenta, por lo que la remunicipalización de los servicios públicos locales ha llegado a ser un deber democrático y no una opción política más o menos discutible.

Mi compañera Pilar Moreno me recordaba hace un tiempo las palabras de Unamuno sobre la clase política salmantina. Decía que había tres tipos de concejales/as: los que vienen a servir, los que vienen a servirse y los que vienen a figurar en las procesiones. De todos los tipos creo que están bien poblados los plenos. De hecho, en el último el grupo Popular incluso llegó a ironizar proponiendo un pleno extraordinario para hablar de ‘los amigos’, después de aseverar que “todos tenemos muchos”.

No casualmente, el concejal del PP que así se expresó fue el mismo que mintió varias veces, antes de rechazar con su voto que el Ayuntamiento tratara a todas las personas por igual, a cuenta de la nulidad de la licencia del Hotel Corona Sol, cuyo dueño es sabido que es amigo personal del alcalde. “Se cree el ladrón que son todos de su condición”, les espetó el portavoz de mi grupo, tras haber sido acusado de ser amigo del letrado de la empresa que había logrado tumbar en el Tribunal Supremo la política urbanística del Ayuntamiento, una vez más.

El alumno más aventajado de los empresarios, sin embargo, es el sr. Montoro, quien para evitar una intervención más extrema de la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) no solo aplaudió la reforma exprés del art. 135 de la Constitución que consagró en la carta magna la prioridad del pago a los bancos frente a la inversión en servicios públicos esenciales para garantizar derechos (en realidad una cuestión más simbólica que práctica), sino que impuso una ley específica para evitar que las administraciones públicas, locales y autonómicas, pudieran realizar políticas expansivas del gasto público, aunque estuvieran saneadas económicamente. Algo bárbaro y antidemocrático y que ni siquiera el propio Montoro aplica al gobierno central, un verdadero secuestro de la democracia, pero aplaudida por el PP, quien claro está, prefiere que el sector público desaparezca y que se impida a buena parte de la ciudadanía solicitar otras políticas distintas a las aplicadas en la actualidad, basadas en los recortes y la austeridad.

Todos los ayuntamientos del país han clamado contra la famosa regla de gasto, y recientemente la cabeza de turco ha sido el Ayuntamiento de Madrid, quien tras décadas de corrupción, sobrecostes en obra pública y un elevadísimo déficit público, ha logrado revertir dicha situación, demostrando que es posible gobernar sin robar y además aumentar la inversión pública, tanto para mejorar la infraestructura como para garantizar derechos sociales. Los datos han sido repetidos cien vecs. Se ha aumentando la inversión hasta en un 70%, mientras se ha rebajado la deuda pública el 40%, mientras se obtenía un superávit de más de 1.000 millones de euros, que ahora el sr. Montoro impide invertir en mejorar la vida de los y las madrileñas.

Este es el verdadero secuestro de la democracia local, que impide revertir los recortes, aún cuando las cuentas públicas se encuentran saneadas. La realidad es que nos encontramos a la cola de la UE en cuanto a inversión social y personal público, y no solo por la crisis económica. La necesidad de aumento de los gastos públicos es una obligación democrática. Por ello, resulta tan evidente la desafección por la política, si al final resulta que quien manda no son los poderes políticos, quienes ya de por sí distorsionan bastante la voluntad popular, sino los poderes económicos, financieros y, cómo no, aquí en nuestra provincia: La Gaceta de Salamanca, ante quienes unos y otros son serviles, esperando que les caiga esa migaja que nunca llegará, pues nadie hay más servil ante el poder económico que quien vive del pastel de la política, sin oficio ni beneficio. Observen.