La primera pregunta a resolver es si, en este momento, tiene sentido y es necesaria en Salamanca una agrupación municipalista, una vez que la confluencia entre los actores políticos mayoritarios de la izquierda se encontraría relativamente resuelta, a través del preacuerdo de junio de 2018 entre Podemos, IU y Equo. En mi opinión es que sí y por varias razones.
En primer lugar, por pura convicción en la existencia de un espacio electoral que no podrían cubrir esos partidos políticos, representado en la idea del municipalismo democrático, su autonomía política y la adhesión basada en propuestas, y no en una previa adscripción ideológica. A este respecto, baste decir que desde 2011, las encuestas recogen un apoyo de 2/3 partes de la sociedad española a determinados movimientos sociales y a propuestas relacionadas con la corrupción, los desahucios o la crisis de la democracia representativa.
En este sentido, propuestas muy concretas orientadas al ámbito local y el distanciamiento de la política general y de los partidos puede conciliar a personas muy diversas, sobre todo teniendo en cuenta la desconfianza hacia los partidos tradicionales, la rápida asimilación de las nuevas opciones partidarias con el resto de partidos mayoritarios y el amplio abstencionismo electoral en el país, quien gana con creces todas las elecciones, frente a las experiencias municipalistas independientes en nuestra región, especialmente en las localidades pequeñas y medianas, donde un buen equipo al frente es sinónimo de éxito electoral y buena gestión.
En segundo lugar, porque a nivel organizativo la falta de participación de las personas en la política local y especialmente las lógicas competitivas de los partidos, harían que el reunir en un único espacio de decisión, formado por personas a título particular, resulte en una organización mucho más funcional y cooperativa, dada la pluralidad de sujetos políticos, las negativas experiencias históricas y la escasez de miembros en cada uno de ellos a nivel local.
No obstante, es necesario entender que no nos encontramos en 2015 y que en los últimos años la identificación de Ganemos con el partido Podemos, quien únicamente apoyó electoralmente a la agrupación ciudadana, ha sido evidente, para lo bueno y para lo malo, siendo a estas alturas muy complicado desligar ambas organizaciones para el ciudadano de a pie.
Esta identificación ha sido promovida conscientemente por los líderes estatales de Podemos, identificando su marca con el trabajo y responsabilidad de las confluencias en los ayuntamientos, especialmente con los gobiernos de Madrid, Barcelona, Cádiz, etc.. Pero también por parte del PP, el PSOE y C’s, quienes también se han interesado en confundir de forma deliberada a la opinión pública al respecto, con el fin de trasladar la imagen del partido morado a la agrupación de electores.
Esta identificación, forzada por terceros, conlleva tener en cuenta las realidades de Podemos, aceptando el hecho de que la formación morada habría logrado cierta base electoral con la consolidación e identificación de su marca, como ya lo logró IU hace décadas, sin embargo muy insuficiente para lograr una mínima mayoría social que se haga con el gobierno municipal y muchísimo menos con el provincial, pues es evidente el carácter minoritario de dichas opciones en la ciudad y la provincia.
En este sentido, lo cierto es que dicho partido no se encontraría en su mejor momento, tras ser objeto de una campaña de desprestigio inaudita en la democracia española, alejando al electorado más centrado en el espectro político tradicional, en favor del PSOE e incluso Ciudadanos, especialmente tras el conflicto independentista catalán, ya que ha sido penalizado por su posición ambigua, escasamente comprendida, no logrando transmitir la idea de un proyecto de país cohesionado e ilusionante.
Finalmente, la renuncia a principios de radicalidad democrática en favor de un hiperliderazgo mediático, que en su momento podía estar justificado, habría producido cierto desencanto y desconfianza en una parte del electorado y la base social necesaria para generar un proyecto político atractivo, especialmente entre quienes deben poner en marcha la maquinaria electoral y la movilización consiguiente.
Por otro lado, IU habría realizado una apuesta evidente por las confluencias, sumando para también hacer valer de forma interna su habitual mayor fortaleza, esto es, una militancia capaz y comprometida con la organización que, sin embargo, no ha tenido el mismo interés por las cuestiones ordinarias de la política municipal y cuyo arrastre electoral es muy limitado, al igual que el resto de opciones políticas afines (Equo y Alternativa Republicana).
En este marco, consolidarse como un sujeto político municipalista independiente puede jugar un papel interesante, al lograr configurar una opción diferente a las demás, transparente, rupturista y radicalmente democrática. Además, la mera presencia de la agrupación independiente podría facilitar la confluencia con otras opciones políticas, como las vecinales y regionalistas, con quienes mantendría afinidades evidentes entorno al municipalismo, tanto a nivel local como provincial, lo que es discutible que pudiera ser posible con la única presencia de los partidos de la izquierda, la morada, la roja, la verde o la republicana.
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